martes, 12 de febrero de 2008

POR QUÉ DESEA MANGAR. (PERDÓN), ES MANDAR














Este tema es sumamente normal en todas las pedanías, pueblos, villas, ciudades y capitales.
Soria es una de las provincias digna de ser destacada, aún cuando solamente pueda ser así por su equipo de fútbol; por otra cosa, difícil es de destacar.
Vamos a ir analizando poco a poco lo triste de su situación que puede indicarse como decía Cervantes de su más famoso personaje Don Quijote, que convertido en provincia puede definirse como la de triste figura y estado.
La cantidad de habitantes de la misma es la de 93.593 ciudadanos. Es tan estupendo el número que no sirve el total para llenar un campo de fútbol. Puedo ir anticipando que hace muy pocos años, aunque para algunos sean muchos, de 1969 hasta la fecha, ha perdido 53.507. Es una cifra espeluznante y terrible.
Si nos dedicamos a ir citando cifras reales, lo primero es decir que en Soria un 60 por ciento de la población supera los 65 años. En el año 1986, creo recordar que la juventud existente en la provincia, incluyendo como jóvenes hasta los de 30 años, su población era de 25.000. Hoy, mis estadísticas no me sirven para calcular las personas que se consideren en edad activa de la increíblemente menguada población.
La más habitada es la capital, Soria con 38.205 habitantes. Le siguen dos poblaciones, dos con más de 5.000 habitantes que hacen un total de 10.877. Agregándole tres poblaciones más, tres con más de 2.000, sólo unos poquitos más, dan un total de 7.428 ciudadanos. Y otras seis, seis con la increíble y enorme cantidad de 8.651.
Se quejan la mayoría de las gentes de que está olvidada y abandonada. Han perdido líneas férreas, han perdido gran cantidad de arboleda. Puedo indicar que en 10 años he visto desaparecer uno tras otro, nueve núcleos de pinares en un pequeño tramo de Almazán a Gómara. Era necesario para muchos pensar que unos árboles, unos pinos, que ocupaban posiblemente en su totalidad no llegarían, a unas 20 hectáreas que no proporcionaban, según el pensamiento de esa época beneficio alguno, por lo tanto, era mejor cortarlos y sembrar esos espacios de cebada o trigo. Que perjudicaba el aire, la humedad, fuerza al terreno no importaba. De momento, producían algo más.
Pueblos que han sido triturados, machados y saqueados por el abandono total de sus habitantes, posiblemente con mucha razón el abandonar, porque sinceramente no hubo deseo por parte de las autoridades provinciales, incluyendo desde el concejal del pueblo más pequeño, hasta los presidentes de diputación que con toda lógica quiere decirse que de vez en vez, de cuando en cuando, se tuvo la suerte de que tuviesen algunos bien valorados, no mucho, porque si hubiese sido así, muy pocos, jamás una provincia se hubiera visto tan desértica, ni abandonada como se encuentra Soria.
En el año 1986 se hablaba con mucha asiduidad de que posiblemente el Gobierno, ya existía la Autonomía, autonómico y nacional ya sentían la necesidad y el interés de suprimir esta provincia y repartirla agregando unos trozos de la misma a las provincias colindantes.
Ahora pasamos ya al título del artículo. ¿Cómo se puede denominar a muchas de las autoridades municipales de la provincia que únicamente tienen el deseo de ser alcalde o concejal, o algo similar, por poder mangonear y aprovecharse del cargo? Normalmente, en rarísimas ocasiones he tenido el placer de conocer a personas que han ocupado esos cargos, simplemente, por desear de todo corazón el beneficio para sus pueblos.
Tengo que destacar, ya que en toda ocasión que he tenido he hablado con orgullo de haber conocido a un hombre que no puede dejar de nombrar al pueblo que tuvo la satisfacción de tenerlo como alcalde, San Esteban de Gormaz, y que él, su nombre, como los grandes hombres solo es conocido por su nombre, era y será Teodoro.
Si la provincia hubiese tenido la suerte de que existiesen muchos Teodoro podría haber sobrepasado los doscientos mil habitantes y no se hubiera hundido.
Voy a hacer dos preguntas. Primera, ¿si de los 93.000 habitantes, 30.000 o más pasan de los 65 años, siendo la natalidad prácticamente nula, cuántos hombres y mujeres pueden quedar viviendo en Soria, provincia? ¿Cómo puede pedir una provincia ser considerada con interés cuando en la nación hay simplemente pueblos que son dos y cinco veces más grande su población que toda la provincia?
El mayor capital de una nación, provincia o municipio lo producen sus habitantes. Aunque exista uno solo hay que ayudarle para que jamás se vea obligado a decir: “Me voy, esto no merece la pena”.
Dieciocho años han pasado desde que abandoné Soria. Nadie piense que mis comentarios actualmente son por presunción de algo realizado. Pero, sí que basándome en ello, es para demostrar, que aunque estés enamorado de la provincia, de sus pueblos, sus valles, sus montañas, su río y ríos, sus cielos, que permítanme siga repitiendo una frase pronunciada por uno de los más famosos pintores contemporáneos, Joaquín Sorolla: “Lástima que mi paleta y pinceles no sean capaces de reflejar en su plenitud la belleza de los cielos sorianos”. El no reflejó nunca los cielos. Yo los tengo grabados en mi cerebro. Mi amor por la provincia me ayudó a pensar que todo el mundo tenía que contribuir con algunas ideas: la necesidad que existía de la creación de la Mancomunidad del Campo de Gómara. Tuve que luchar en convencer (aquí he echado siempre en falta algún Teodoro de San Esteban) a los alcaldes convocando y reuniendo en siete ocasiones a todos los que hacían el favor de asistir a esas reuniones que consideraba una pérdida de tiempo y una gran molestia. Después de tres entrevistas con el presidente y consejeros de la Junta de León, sin importarme jamás el color que cubriese el partido que representaba, conseguí que el presidente en aquel momento, Constantino Nalda, acudiese con varios consejeros a una reunión en Gómara el día 26 de marzo de 1984, y como da la circunstancia de que él puede afirmar lo que escribo, al terminar la misma me comentó: “Lo que estás haciendo es maravilloso pero ¡lástima que al final no lo puedas conseguir! Esta gente no tiene ánimo”.
Palabras equivocadas. La tenacidad, el ánimo que deposité en este trabajo fue motivo más que suficiente para asegurar que se llegaría a buen fin.


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